NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCION
Sus manos son dos palomas blancas; su cabello, un río de oro del que nace una corona incrustada de rubíes, diamantes y esmeraldas. —Señor, ¿cómo pueden los hombres pasar a su lado sin quedarse prisioneros de esa mirada azul que ni siquiera yo mismo soy capaz de resistir? —Los he cegado yo para que no la vean como realmente es. Los hombres no verán su palacio real sino una casita de adobes chorreando humedad en el centro de una aldea modesta, y su vestido de reina les parecerá tan pobre y sencillo como todo lo demás. —¿Y sus ojos? —Los ojos no. No he querido empañar su resplandor, porque toda mi Gracia se refleja en ellos. Quien se asome a esos ojos con una mirada limpia, de frente, quedará prendido para siempre de su belleza. Y quizá entonces empiece a descubrir el secreto de esa niña. Camino de Nazaret, sobrevuelo el reino de mi Señora. Está amaneciendo; María es la aurora que precede a la salida del sol. Entro en su palacio temblando. Mi Reina levanta la vista