TOMAR DECISIONES
Llega un momento en la vida del hombre, una vez superada la niñez, en que tiene una clara percepción de su propia personalidad moral. Aunque está claro que el bien o el mal está detrás de cada una de las decisiones puntuales que toma muchas veces cada día, puede decirse también que hay momentos de la vida en los que la persona toma opciones de tipo mucho más global. Vivir con acierto exige una disposición de búsqueda solícita del bien, un compromiso claro y firme de dirigirse hacia él. Cuando se actúa así, pronto se comprueba que la libertad se ensancha cuando se compromete con la verdad y el bien. Muchas veces, esas decisiones no se toman explícitamente, o son difíciles de situar con precisión en el tiempo, pero sin duda se toman. Porque en una vida coherente no caben las rupturas continuas: una cosa es tener fallos, que son comprensibles aun en personas que se esfuerzan seriamente por evitarlos, y otra bien distinta es que esos fallos sean graves y habituales, y que los justif