Cuando nuestro hijo es muy pequeño, debemos comprender que su agresividad se encuentra motivada simplemente por la incapacidad para controlar sus impulsos: aún no sabe canalizar correctamente sus enfados y no debemos preocuparnos en exceso. El negativismo de los dos o tres años es una etapa clave en la que el niño dice no a cualquier propuesta que se le hace, aunque luego la acepte. Este momento indica que está esbozando su propio yo y su propia personalidad: trata de comunicar que él tiene sus propios deseos y que éstos solo le corresponden a él. Más tarde, a los cuatro, cinco o incluso seis años, el niño ya ha incorporado a su forma de vida una serie de normas básicas y hábitos. Ha superado crisis de rebeldía producto de autoafirmaciones, y le gusta mandar y alardear para manifestar su autonomía, a la vez que se enfada ante los fracasos. En las edades intermedias, las influencias de los grupos sociales son significativas, y la clave más importante del éxito y de la felicidad en