Taylor Marshall
es un bloguero norteamericano muy seguido a través de su blog Canterbury Tales. Su último post, escrito a raíz
de la renuncia de Benedicto XVI al pontificado, evoca la estrecha
vinculación entre su conversión al catolicismo y la primera misa del Papa
Ratzinger a la que asistió. Dándose la circunstancia de que, a tenor de su
testimonio, la foto que ilustra su artículo, captada por él mismo,
coincide prácticamente con ese instante del salto definitivo a la
Iglesia, que él barruntaba. Casi una instantánea de la acción de la
gracia sobre un alma.
En
la tumba de San Pedro En 2006, cuando sucedió, Taylor era pastor
episcopaliano, y estaba de visita en Roma junto con su mujer,
Joy. "Intelectualmente ya estábamos a punto de
reconocer que la Iglesia católica era la verdadera Iglesia, pero
necesitábamos el empujón emocional para llevar esa decisión a cabo",
confiesa.
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Taylor Marshall. |
Y
ese empujón nació en la necrópolis vaticana bajo la Basílica de
San Pedro. Al terminar de visitarla, y ante los huesos de San Pedro, Marshall
rezó "con total confianza para entrar pronto en comunión plena con San Pedro y
con su suscesor en la tierra, Benedicto XVI". Luego se pusieron hablar con
un sacerdote belga que hacía de guía (cuyo nombre no recuerda,
y a quien manda desde el blog agradecidos saludos si lo está leyendo), y cuando
le dijeron que no eran católicos al cura se le iluminó la cara: "Estaba
escribiendo una homilía sobre cuestiones ecuménicas". Y les lanzó una
proposición: "¿Les gustaría asistir esta noche a una misa con el
Papa?". "La respuesta era obvia", cuenta Taylor. Así que
cruzaron la Plaza de San Pedro con el padre belga hasta una escalera flanqueada
por dos guardias suizos. Les pidió que esperaran allí, habló con los soldados en
italiano, y desapareció. Pocos minutos después apareció de nuevo con dos
entradas naranjas en la mano, y les dijo que volvieran con ellas una
hora antes de la misa. Sotana y embarazo Debía ser
un funcionario vaticano con cierta influencia, porque les consiguió sitio en una
fila junto a cientos de frailes, monjas y religiosos. "Estábamos claramente
fuera de lugar", recuerda: "¡Un sacerdote episcopaliano casado, con sotana, y
con su mujer embarazada al lado! ¡Dios mío, espero que no hayamos
escandalizado a todas aquellas religiosas!".
Era la
fiesta de la Purificación de María, la Candelaria, y "la Santa
Misa fue gloriosa. Empezó en oscuridad total. El Papa Benedicto XVI entró por
detrás sólo con una vela. Con esa vela encendió todas las candelas de frailes,
monjas y religiosos. Durante toda la misa estuvimos cerca de la estatua de
bronce de San Pedro. Pude ver claramente al Santo Padre. Y entonces supe
que Su Santidad era el verdadero sucesor del Pescador. Recordando que
aquella misma mañana había estado justo debajo de aquel altar junto a los restos
de San Pedro, la conexión entre el ministerio de San Pedro, el primer Papa, y el
de Benedicto XVI, se hizo evidente ante mis ojos".
La tristeza de no estar en comunión
con Pedro Cuando llegó la hora de comulgar, Taylor supo que "no podía
acudir a recibirla": "Aunque la basílica estaba ahora iluminada de luces y de
alegría, mi alma permanecía en la oscuridad. No era católico. No estaba en
comunión con el Santo Padre. Estaba en el cisma. Fue un sentimiento deprimente.
Estaba fuera de la comunión con el Vicario de Cristo, y supe en ese
momento que mi relación con Cristo no iba bien. También supe lo que
tenía que hacer. Tenía que renunciar a mi sacerdocio episcopaliano y hacerme
católico".
Lo es desde entonces, y lo evoca ahora aportando la foto de
aquel momento, tomada por su misma cámara en la basílica de San Pedro. "Aquella
misa fue uno de los momentos más importantes de mi vida. Cuando pienso
en Benedicto XVI, todavía recuerdo aquella misa del 2 de febrero de
2006, una misa que cambió mi vida para siempre. ¡Viva el
Papa!".
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