RECORDAR ES VIVIR LA HISTORIA.....



   Una señora, de avanzada edad, contaba en una tertulia familiar recuerdos de muchos años atrás, con minuciosidad y de un modo muy vivaz. En un momento dado, una nieta adolescente, que empezaba a aburrirse exclamó: “pero, abuela, ¿por qué nos cuentas cosas de hace tanto tiempo, ¡hay que vivir ahora!”. La abuela sonrió y dijo con voz dulce: “Hija, recordar es también vivir”.


   Yo estaba presente en aquella tertulia y me quedó muy grabada la sabiduría que aquella anciana, como también la incipiente ruptura cultural entre generaciones que se ha ido acentuando en lo últimos decenios.
 Un amiga mía, gran conocedora de las tendencias de la actual juventud en materia de entretenimiento y diversión, me decía recientemente que la brecha entre generaciones es cada vez más profunda. Como ejemplo me citaba la indiferencia o desinterés de chicos jóvenes ante películas o series televisivas, con un fondo de evocación histórica que, por contraste, atraen la audiencia de millones de personas mayores.  En cambio entre las generaciones más jóvenes “arrasan” las ofertas imaginativas de otros planetas, de otros seres distintos de los humanos,  de dinosauros que amenazan la seguridad de la tierra, de tramas de espionaje o de crimen  donde todo lo resuelven tecnología futuras y, casi siempre, situaciones  extrañas en las que apenas hay niños, viejo o familias.
   Éstas son cosas que afectan  la humanidad entera. El desprecio por la memoria va muy unido al desprecio por los viejos, que son los portadores de la memoria  y de las mejores tradiciones. El Papa Francisco ha dicho recientemente que un pueblo que no respeta a los abuelos es un pueblo sin memoria y por tanto sin futuro. Es difícil saber a dónde se va  sino no se sabe de dónde se viene. Es más, los procesos de purificación, de crecimiento, de mejora, de verdadero progreso, requieren un ejercicio profundo de la memoria personal y colectiva. Una muchedumbre de desmemoriados es carne de cañón de toda clase de manipulaciones, está indefensa.
   Es notable el espacio que el Papa Francisco dedica a la “memoria” en su reciente documento La alegría del Evangelio. Es absolutamente necesaria para la renovación de la Iglesia y de la humanidad, es el puente entre el pasado y el futuro, lo que articula la sucesión de generaciones. Los ancianos aportan la memoria y la sabiduría de la experiencia, que invita a no repetir tontamente los mismos errores del pasado. Los jóvenes nos llaman a despertar y acrecentar la esperanza, porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual (EG 108).
La Iglesia misma, experta en humanidad (como decía Pablo VI), con su experiencia de dos mil años puede hacer una gran contribución  al mundo entero porque conserva siempre en la memoria las vidas y sufrimientos de los seres humanos (EG 238).
Una buena parte de ese “sueño” que el Papa expone en el documento La alegría del Evangelio es la liberación de las “ideologías” porque todas ellas tienen un punto de desconexión con la realidad. Y han causado mucho sufrimiento innecesario por su desprecio de la experiencia y  de la memoria.
Sólo la persona y el acontecimiento de Jesús salva al mundo. El Señor y su Pasión gloriosa es recordada  y se hace realidad presente en la Eucaristía, y también hace el futuro.
Para terminar, quizás la frase más castiza del Santo Padre en la Evangelii gaudium: El creyente es fundamentalmente « memorioso » (EG 13).

Es   una  pena,  que  estas  últimas  generaciones,  no  es  que  no  tengan  memoria,  es  que no  saben  lo  más  esencial  de  nuestra  historia (no  sólo  de España,  sino  mundial)  y  que  sus  intereses  sean  tan 
poco  sostenibles......¿qué  recordarán  de  su  familia,  de  sus  diversiones,  de  sus  hazañas,  de  cultura....?

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