CAYÓ EL MURO DEL DISTANCIAMIENTO!!!!!!!QUE CAIGAN OTROS.......
El centro de prensa de Berlín Oriental se encontraba a rebosar la tarde del 9 de noviembre de 1989. A pesar de que desde hacía semanas la efervescencia social había adquirido unos niveles nunca antes vistos en la historia de la República Democrática Alemana (RDA), nadie, de primeras, parecía presagiar la importancia de esa rueda de prensa que estaba por empezar.
Con ese pensamiento, y con unos minutos de retraso, se hizo un hueco entre el resto de periodistas el corresponsal de la agencia italiana Ansa, Riccardo Ehrman. En el estrado, Günter Schabowski, miembro del Politburó de la RDA, quien, con la tranquilidad de quien actúa sirviéndose de un guión, empezó a leer el parte de las resoluciones del plenario del partido.
El reloj estaba a punto de marcar las siete de la tarde cuando Schabowski respondió que se autorizarían viajes privados fuera del país sin condiciones previas. «¿Cuándo entra en vigor?», preguntó Ehrman. Contrariado, Schabowski echó mano de sus papeles y, ante la imposibilidad de encontrar la fecha correcta, que era al día siguiente, improvisó: «¡De inmediato!». A pesar de unos primeros instantes de confusión, Ehrman salió corriendo a transmitir su mensaje. «Esto es un flash informativo», gritó por teléfono a la central de su agencia en Roma. «¡Ha caído el Muro de Berlín!».
Poco después miles de ciudadanos germanoorientales se agolpaban en los puestos de fronterizos y antes de la medianoche las autoridades no tuvieron más remedio que abrirles el paso. Muchos definen todavía ahora esa rueda de prensa como la más importante de la historia e incluso ven en la audacia de Ehrman y en su embarazosa pregunta uno de los detonantes que precipitaron la caída del Muro. Pero hay alguno más. Aunque el muro cayó en la noche de ese 9 de noviembre, sus cimientos ya empezaron a tambalearse mucho antes por obra y gracia de personalidades que, a través de intensas negociaciones diplomáticas, fueron determinantes para su desaparición.
Ahora, 25 años después de su caída, unos documentos publicados por el semanario «Der Spiegel» sacan a la luz que el entonces presidente soviético, Mijail Gorbachov, y su ministro de Exteriores, Eduard Shevardnadze, propusieron al máximo mandatario de la Alemania comunista, Erich Honecker, que derribara el Muro de Berlín dos años antes, en 1987. Una propuesta que aunque no prosperó en ese momento, fideliza la línea que, desde su llegada a la Presidencia de la Unión Soviética en 1985 mantuvo Gorbachov y que para muchos significó un cambio con una relevancia crucial. No en vano, el líder soviético inició una política de apertura y cambios conocidas como «Glasnost» y «Perestroika» con las que sus estados satélites en Europa del Este, entre ellos Alemania Oriental, lograron cierta independencia.
Ese acercamiento, junto al deseo de Gorbachov de robustecer la economía soviética y su decisión de acabar con los conflictos de la Guerra Fría, propiciaron el final de la Alemania comunista. Desde el primer momento, estos cambios recalaron en la atención del por aquel entonces canciller de la República Federal de Alemania, Helmut Kohl. «Respetamos las fronteras actuales, pero queremos que todos los alemanes y todos los europeos elijan libremente su destino y que puedan encontrarlo en una convivencia en libertad», había exclamado Kohl en su histórico viaje a Moscú en 1988.
La realidad de la reunificación comenzaba a gestarse definitivamente diez meses antes de la desaparición del Muro. Hasta entonces los avances habían sido tímidos pero constantes. A pocos metros de él, un 12 de junio de 1987, el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, vino a dar un paso más en la tan ansiada carrera hacia la libertad con su famoso discurso frente a la Puerta de Brandeburgo, en el que ante 20.000 personas invitó a su homólogo de Moscú a derribar la famosa pared. «¡Señor Gorbachov, derribe este muro!», gritó. Una legendaria frase que, aunque llegó a ser cuestionada por los propios colaboradores de Reagan, se conserva como visionaria en el sentir del ideario colectivo. Además, según señalan algunos historiadores, el Papa Juan Pablo II también contribuyó decisivamente a la caída del Muro, al respaldar en todo momento al jefe histórico del sindicato polaco Solidaridad, Lech Walesa, en sus aspiraciones de hacer desaparecer el comunismo de la tierra natal de ambos y las de derribar la muralla que dividía Berlín.
Pero no sólo la intermediación de políticos o líderes eclesiásticos medió en el derribo de esa frontera. Los 300.000 alemanes orientales que asistieron al concierto de Bruce Springsteen el 19 de julio 1988 coinciden en que aquella noche se plantó la semilla que luego terminó con la unión de la ciudad. El periódico berlinés «Der Tagesspiegel» escribió un día después que la música de Springsteen «fue como un breve abrazo a la Estatua de la Libertad» y aseguró que «si esto puede suceder aquí ahora, tal vez algo más pasará aquí más tarde». La ciudadanía jugó un papel fundamental y, menos de 16 meses después, el Muro de Berlín caía en medio de una revolución sin derramamiento de sangre.
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