LAS HUMANIDADES SE APRENDEN, SE COMUNICAN......
En estos tiempos que vivimos, escuchar a un filósofo como Emilio Lledó, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, con toda su carga de experiencia y sobretodo de realismo, nos abre las puertas a la inteligencia, para comprobar que esas palabras están llenas de sabiduría, y no las podemos dejar correr, sin hacer un análisis de su intervención.
«Pensador de relevancia internacional y de trayectoria ejemplar en el ámbito de
las humanidades», Lledó ha sido distinguido con este galardón por concebir «la
filosofía como meditación sobre el lenguaje y subrayar la tendencia natural del
ser humano hacia la comunicación. De este modo, hace suya la razón ilustrada
a través de un diálogo que impulsa la convivencia en libertad y democracia».
asistía a la ceremonia en el Teatro Campoamor, la importancia de las
humanidades: «Las humanidades se aprenden, se comunican. Las necesitamos para hacernos quienes somos, para saber qué somos y, sobre todo, para no
cegarnos en lo que queremos, en lo que debemos ser. [...]
El cielo ideal de las Humanidades está en realidad lleno de nubarrones
violentos. Esa oscuridad nos lleva a pensar si esa prodigiosa invención de las
"humanidades" no se nos ha deteriorado y si, a pesar de los indudables
progresos reales, el género humano no ha logrado superar la ignorancia y su inevitable compañía, la violencia, la crueldad».
También ha hecho una defensa de la educación y de los profesores que la hacen
posible: «Ese anhelo de superación, de cultura, de cultivo es, tal vez, la empresa más necesaria en una colectividad, en una "polis" y en su memoria.
En ella, en esa educación de libertad, alienta el futuro, el de la verdad, el de la lucha por la igualdad, por la justicia, por la inteligencia».
Si nos acostumbramos a ser inconformistas con las palabras, acabaremos siendo inconformistas con los hechos. Ambas actitudes son, sin embargo, formas de libertad. Y la libertad no admite conformismo alguno.
Ser conformista supongo que debe querer decir algo así como conformarse con lo que hay e, incluso, aceptar que "no hay quien dé más". Pero conformarse añade también otro matiz. Conformarse es perder, en parte, la forma propia, para sumirse, liquidarse, en la ajena. Y esa pérdida de la propia forma, si es que la tenemos, si es que, como decía el filósofo, "hemos llegado a construir nuestra propia estatua", es pérdida de ser, pérdida de la sustancia que nos pertenece o nos debiera pertenecer, para derramarla hacia cauces ajenos.
Esa excesiva información que los medios de comunicación nos ofrecen, a través de sus distintos lenguajes, colabora, muchas veces, a encastillarnos en un reducto donde emergen nuestros miedos, nuestras alimentadas obsesiones; donde aparecen también los "imaginarios" con los que esos medios elaboran la sustancia de la realidad en los derroteros de intereses económicos: intereses de poder. Nunca ha sido más arrolladora la maquinaria para crear alienación, para aniquilar
La lectura, los libros, son el más asombroso principio de libertad y fraternidad. Un horizonte de alegría, de luz reflejada y escudriñadora, nos deja presentir la salvación, la ilustración, frente al trivial espacio de lo ya sabido, de las aberraciones mentales a las que acoplamos el inmenso andamiaje de noticias siempre las mismas, porque es siempre el mismo nuestro apelmazado cerebro. Los libros nos dan más, y nos dan otra cosa. En el silencio de la escritura cuyas líneas nos hablan, suena otra voz distinta y renovadora. En las letras de la literatura entra en nosotros un mundo que, sin su compañía, jamás habríamos llegado a descubrir.
Esto son extractos de artículos de Emilio Lledó, que explican su defensa de las Humanidades.
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