TRANSFORMAR LA REALIDAD
La verdadera libertad interior tiene mucho que ver con superar las numerosas "creencias limitadoras" que puedan haberse instalado en nuestra mente (jamás saldré de esto, no valgo para aquello, siempre seré así, soy incapaz de hacer tal cosa*), que no son aceptación de nuestra limitación sino más bien fruto de nuestras heridas, de nuestros temores y de nuestra falta de confianza en nosotros mismos.
Es nuestro corazón quien está prisionero de sus egoísmos y sus miedos, el que debe cambiar, el que debe afrontar la dureza de la vida, el que debe conquistar su libertad interior y no consentirse huir de la realidad para refugiarse en la fantasía o en el victimismo.
Una de las paradojas de la libertad interior es -en expresión de Jacques Philippe- que ser libre es también aceptar lo que no se ha elegido. El hombre manifiesta la grandeza de su libertad cuando transforma la realidad, pero también cuando sabe aceptar la realidad que día tras día le viene dada.
Aceptar las limitaciones personales, la propia fragilidad, las situaciones y frustraciones que la vida nos impone, son modos de hacer crecer nuestra propia libertad interior, pues en ese ámbito personal podemos llegar a ser mucho más dueños de nuestras reacciones, y por tanto más libres.
Cuanto más dependamos de sentirnos listos o poderosos o atractivos, como ese gran genio de la televisión, o como ese multimillonario de moda, o como la última top-model del momento, más difícil nos resultará esa necesaria aceptación distendida de nuestra realidad, que ha de ir unida a una firme determinación de mejorarla.