UNA MUY BUENA DESCRIPCIÓN ACTUAL
“No es un misterio –y lo digo con gran sufrimiento–, que nuestro mundo moderno vive de hecho un alejamiento práctico de Dios”, expresó el Cardenal Sarah, al reflexionar sobre la importancia del silencio como medio de acercarse al Señor.
“Pero aún más doloroso para mí es constatar cómo esta superficialidad, esta impiedad injuriosa hacia Dios y hacia la persona humana haya entrado también en la Iglesia”, y que la liturgia –a la que el Concilio Vaticano II llamó “fuente y culmen de la vida cristiana”– es la “que más sufre por la reducción secularista que ocurre también dentro de la Iglesia”, expresó.
Se refiere a los laicos que formamos parte de la Iglesia, y es verdad reducimos la fe, las prácticas religiosas a nuestra medida humana. No hay coherencia....es un cumplimiento sin sentido en la mayoría.
El Cardenal Sarah dijo que “a veces tengo la impresión de que esta secularización ha entrado también en la Iglesia y consiste exactamente en el reducir la fe a nuestra medida humana. En vez de abrir al hombre a la iniciativa de Dios, que es inesperada, detonante, liberadora, se piensa que el hombre de hoy pueda creer mejor si le proponemos una fe que no se funda tanto sobre la revelación de Cristo y la tradición de la Iglesia, sino sobre las exigencias del hombre moderno, sobre sus posibilidades y mentalidad”.
“¿Escuchamos hablar de fe, vida eterna, comunión con la persona de Cristo, de pecado como ruptura y rebelión contra Dios en nuestras homilías?” cuestionó. O “se intenta quizá cancelar todos estos gestos que no parecen ‘comprensibles’ al hombre de hoy, sustituyéndolos con un río de palabras que transforman nuestras eucaristías más que en celebraciones, en grandes espectáculos, en cuyo centro hay un hombre cerrado en sus problemas y en sus criterios”, señaló.
En ese sentido, el Cardenal Sarah señaló que el silencio no es un fin en sí mismo, “sino un silencio en el cual Dios pueda hablar y ser escuchado. El primado de Dios, la centralidad de Dios, la adoración de Dios y la santificación del hombre constituyen el corazón y la sustancia de la liturgia cristiana”.