UNA HISTORIA BELLA Y SOBRECOGEDORA
"Una chica en guerra" nos narra el conflicto étnico de los Balcanes en los años noventa ha dado origen a bastante literatura centrada en el análisis histórico con algún elemento de ficción, y ha surgido una generación de escritores un poco distanciados temporalmente de la guerra. Es el caso, por ejemplo, de Goran Vojnović, autor de Yugoslavia, mi tierra, y de Sara Nović, periodista y escritora estadounidense de origen croata, que debuta con su novela Chica en guerra. Escrita en primera persona desde el punto de vista de Ana Jurić, una niña de 10 años, este libro es un testimonio vivo y directo de aquellos acontecimientos que aquí se relatan con una estructura no lineal.
El conflicto se recrudece y surgen los enfrentamientos. La familia consigue evacuar a la pequeña a Estados Unidos con una familia adoptiva, para que sea atendida médicamente e intente proseguir su vida. La segunda parte presenta a Ana, ya con veinte años, en Estados Unidos, a donde ha logrado trasladarse y vivir en casa de la familia que adoptó a su hermana. Estudia en la universidad, descubre costumbres y realidades americanas, intenta adaptarse e incluso inicia una efímera relación sentimental, pero se siente desplazada e incapaz de olvidar lo vivido. Es una inmigrante con un pesado fardo emocional a sus espaldas.
Ana rememora en ese momento sus vivencias bélicas. Aunque la autora intenta suavizar el tono, es inevitable la crudeza de alguna secuencia.
Como añora sus raíces, decide regresar a Croacia, donde escucha de primera mano los acontecimientos posteriores, revive sabores, tradiciones y paisajes conocidos y, sobre todo, reencuentra amistades, entre las que está su querido Luka. Juntos recorren pueblos y campos en los que aún perviven restos de metralla…
El libro, escrito a modo de crónica, convierte en excelente literatura la dureza de una guerra, siempre con estilo fresco y una tensión que resulta adictiva. Sara Nović logra una historia bella y sobrecogedora en la que engarza hábilmente emoción y dureza. El interesante prólogo de Adolfo García Ortega sitúa eficazmente el contexto histórico de la narración.