UN PADRE DEL SIGLO XXI
Estos son unos comentarios de un padre joven (de 40 años) que nos cuenta su experiencia como padre del siglo XXI
A los papás jóvenes nos cuesta evitar el machismo en la conducta, sobre todo en casa”, afirma Carlos . “Los hombres de mi edad hemos aprendido a modificar los hábitos y estamos dispuestos a no repetir lo que nuestro padre hacía con nuestra madre. Pero eso no quiere decir que lo hagamos todo a la perfección. Creo que hemos de admitir que somos la transición del feminismo“.
“No crecimos con un modelo”
Como él, que es comercial de una empresa, muchos padres jóvenes quieren “hacer las cosas bien” porque entienden que la sociedad les reclama un nuevo enfoque hacia la mujer, pero “no crecimos en casa con un modelo al que poder imitar después, y eso ralentiza nuestro aprendizaje”.
Carlos reconoce que “en la educación de los hijos, mi mujer me ha enseñado a detectar comportamientos que no ayudan a las niñas y a implementar acciones que contribuirán a que los chicos no sean machistas, o eso espero”.
Por ejemplo, “en la elección de los juguetes -dice- yo habría sido muy anticuado: las habría llenado siempre de muñecas. Y también en la elección del deporte: tiendo a pensar que ellas no pueden hacer rocódromo o rafting como nosotros“. En cambio, la familia completa participa hoy de deportes de montaña y de aventura.
Este padre dice haber aprendido “a base de querer: yo pienso en la felicidad futura de mis hijos, y quiero que tanto ellas como ellos tengan el cien por cien de oportunidades para ser felices. Por eso me propuse ser modelo de conducta en la distribución de tareas del hogar, para que el día de mañana lo vean como una cosa normal“.
“La tarea de casa es como mi primer cliente”
Por su trabajo, dispone de un horario poco flexible y con largas jornadas, “pero la tarea de casa me la tomo como si fuera el cliente que más debo cuidar: yo me encargo de poner lavadoras, tender la ropa o meterla en la secadora y planchar, que aprendí a hacerlo en mi etapa de soltero independizado. Sé que no lo hago perfecto, pero con mi mujer acordamos que no íbamos a discutir por eso“.
-¿Hubo alguna razón por la que vieras que era importante que los hijos, tanto niñas como niños, participaran en los trabajos de la casa?
-Cuando mi mujer estaba enferma o una temporada en que hubo que cuidar mucho a mis suegros, la casa estaba patas arriba. Nos poníamos de mal humor solo con verla o pensar que llegábamos a casa y la cena no estaba hecha o había que ir a la compra. Sé que es una razón negativa, pero ¡es poderosísima!
A los niños les parece ahora muy normal fregar los platos. Van por turnos, ellos y ellas. Saben que no es negociable hacer eso después de cada comida, pero es que además se ve que procuran ensuciar menos la cocina”, dice riendo.
Todo lo que ha dicho me parece no sólo razonable, sino muy práctico para el momento en que vivimos, las cosas del hogar pertenecen a esa familia, no sólo a la madre.
Y un trabajo compartido se hace más llevadero y al mismo tiempo se comprueba que entre todos demostramos que el hogar es mío.