MANTENER LA PAZ..EL EQUILIBRIO INTERIOR


¿Te has dado cuenta alguna vez de que vives entre contradicciones? Es extraño, pero así estamos hechos. Somos capaces, al más puro estilo del doble pensar orweliano, de vivir con relativa tranquilidad sosteniendo al mismo tiempo ideas que se contradicen. Y aunque la coherencia es algo deseable, que ayuda a tomar decisiones y mantenerse en paz con uno mismo, estoy bastante segura de que la coherencia total es imposible. Al menos en este mundo en que vivimos.
Niña, Rubia, Sesión, Lakeside, El Agua
Tal como yo lo veo, en el delicado arte de no tomarse la vida tan en serio, reconocer y perfeccionar estas “cosillas” (como lo de contradecirse cada dos por tres), siempre ayuda a mantener la paz.
Ese es uno de los deseos que más me dominan: mantener la paz, el equilibrio interior. Un rasgo de la personalidad que  en los últimos tiempos y que, si te pareces un poquito a mí, también estará manejando los hilos de tu conducta.
Hay gente que no teme discutir, que no rehuye enfrentarse, que incluso lo busca. Pero yo escapo de los conflictos como una liebre que,  puede avanzar tres metros de un salto y hacer fintas imposibles para confundir a su perseguidor;
El punto medio es el que mejor acceso brinda a todos los extremos. No huyas constantemente de ti mismo y de los demás, pero tampoco te empeñes en atravesar un muro a cabezazos. Mantenerse en paz con uno mismo pasa por mantenerse en paz con el otro, pasa por enterarse de qué es la asertividad y situarse en ese medio entre la pasividad y la agresividad. 
Estoy de acuerdo en que cada uno de nosotros es responsable de la interpretación que hace de la realidad, de los hechos, de lo que sucede. Estoy de acuerdo en que lo que no nos gusta de los demás nos está queriendo decir algo sobre nosotros mismos. Pero creo que en el proceso de construir relaciones, es imprescindible involucrar a los demás en nuestros conflictos. Sin rabia, sin culpa, sólo con el deseo de hacer saber al otro, de comunicarse de verdad. Y también de dejarse ayudar, por qué no.
Ni silencio obstinado ni lucha en el barro: diálogo como espacio neutral libre de egos, donde detenerse a escuchar y crear nuevas soluciones, nuevos puntos de vista.
Y este modelo dialógico (si me permites el palabro), tan contrario al paradigma de “sólo hay una respuesta correcta y es la mía” con el que nos han cebado cual ganado destinado al matadero, va a exigir aún más esfuerzo que el que hacías para comerte los marrones tú solo.
Un  saber  cuando  tengo  que  tirar  de  la  cuerda  o  dejarla  floja.

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