SITUACIÓN QUE DIOS PERMITE
Esta oración se encontró en el año 1945 en el bolsillo de un soldado desconocido, de origen ruso:
¿Me oyes, Dios mio? Yo nunca jamás he hablado contigo, pero hoy quiero saludarte.
Maravillado, comprendí su luz. ¿Cómo he podido vivir tan cruelmente engañado? Yo no sé, Señor, si Tú me tiendes la mano, pero yo te confío este milagro y Tú me vas a entender. En lo más hondo de este terrible infierno, la luz ha brotado en mí y yo te he visto.
No voy a decirte nada más, tan sólo la alegría de conocerte. A media noche, tendremos que pasar al ataque, pero no tengo miedo: Tú nos miras. ¡Escucha! Es la señal.
¿Qué puedo hacer? ¡Estaba tan bien contigo! Quiero decirte una cosa más: Tú sabes que el combate va a ser malo. Quizás esta noche llamaré a tu puerta. Aunque yo nunca haya sido amigo tuyo, ¿me dejarás entrar cuando llegue?
Pero no estoy llorando, ya ves lo que me ocurre, mis ojos se han abierto. Perdóname, Dios, voy a partir y seguramente ya no vuelva; pero, ¡qué milagro! ¡Ya no tengo miedo a la muerte!
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