NUESTRA VIDA ES TESTIMONIO


 En la vida a veces tenemos la sensación de que estamos en juicio (y a veces lo estamos) sin saber de qué se nos acusa. Se multiplican las sentencias, las condenas y los juicios.

A menudo también suceden en lugares donde no nos hubiéramos imaginado, donde incluso pensamos que estábamos protegidos o amados.

Nuestra vida siempre habla: con nuestros gestos, con nuestros silencios, con nuestras miradas; hablamos. Nuestra vida es inevitablemente un testimonio y una referencia para los demás. Siempre estamos diciendo algo y somos responsables de ello.

1. LA PRUDENCIA

Es peligroso tener que volver cada vez para justificarnos diciendo, ¡pero no quería decir eso! Por eso necesitamos expresarnos con prudencia, no solo con las palabras, sino más aún, con los gestos y con las elecciones que hacemos. De lo contrario, mientras nos creemos testigos o jueces, de repente nos damos cuenta de que nos hemos convertido en acusados.

Si vemos algo estamos llamados a testificar, es decir: podemos hablar (si hemos visto); de lo contrario nuestras palabras son charlatanería, fantasías, difamaciones. Y, si hemos visto, somos responsables, somos citados y llamados a declarar. Tenemos una responsabilidad que no podemos eludir.

No  entregarnos   a las habladurías y no hacer alusiones hasta que no sabe. Hablar  solo después de haber conocido, se ha informado, has   tenido la experiencia, has reflexionado.

2. PASAR POR EL CORAZÓN

Somos testigos porque hemos hecho un camino, hemos visto, nos hemos encontrado, lo hemos meditado y ahora lo anunciamos.

Es un camino, porque las cosas se meditan, se sopesan, se reflexionan; no salen de nuestra boca sin haber pasado por el corazón.

Como testigos tenemos la tentación de desgastarnos en palabras, pasarnos la vida haciendo y haciendo cosas, y nunca interiorizamos lo que hemos visto, lo que sabemos. Tenemos la tentación de pasar superficialmente por la vida cuando estamos en contacto con ella

3. EL VALOR DEL TESTIMONIO

Estamos invitados a reflexionar sobre el valor de dar testimonio. No podemos tomarnos nuestra vida, ni la de otras personas, a la ligera. Muchas veces somos testigos falsos o poco creíbles.

Pensar en lo que testimoniamos, puede ser una oportunidad para tomar conciencia y pedir perdón por todas las veces que nos hemos entregado a chismes, insinuaciones, o juicios superficiales.

Asimismo, es una oportunidad para no apropiarnos de la verdad, sino siempre manifestarla a los demás con humildad









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