JAVIER PRADES
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Una metáfora de la tensión hacia el infinito es la del horizonte que, como argumentaba el escultor
Eduardo Chillida, "es inalcanzable" y, si nosotros avanzamos, se desplaza. Por su naturaleza, "el
horizonte es la patria común de todos los hombres".
Estamos ante un anhelo y una inquietud a los que sólo Jesucristo puede dar respuesta, siendo su Resurrección "el primer y fundamental acontecimiento en el que el punto de fuga se hace
experiencia del hombre". Porque en la realidad "el punto de fuga es el índice de un más allá,
este más allá se ha convertido en carne y huesos".
Si una barca, acercándose al horizonte, se hace cada vez más pequeña (como dicen las populares "Sevillanas del adiós"), don Giussani explicaba que la novedad del cristianismo consiste en lo
contrario, es decir el horizonte que, sorprendentemente, se acerca al hombre.
El cristianismo debe por tanto afrontar la puesta en cuestión de la mentalidad contemporánea de tres asuntos fundamentales e irrenunciables: la unicidad del hombre en cuerpo y alma; su intrínseca constitución sexual como hombre y mujer; la plenitud del hombre en la sociabilidad natural.
Podemos conocer por tanto a Cristo, máxima expresión humana del Infinito manifestado en la tierra, y podemos conocerlo mejor en la mendicidad. "El verdadero protagonista de la historia es el mendicante: Cristo mendicante del corazón del hombre y el corazón del hombre mendicante de Cristo", afirmó Prades al concluir de su intervención.
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