EDUCAR EN GRATITUD
Como cualquier otro sentimiento, la gratitud también se puede (y se debe) educar. Los padres tenemos que hacer lo posible para potenciarlo y educarlo, fomentando al máximo este sentimiento en nuestros hijos.
En un principio, como el resto de los sentimientos, la gratitud es muy inestable e intermitente y dependerá de si le gusta o no hacer algo o si lo hace para agradar al adulto. Si esto es así, no pasa absolutamente nada; los padres con mucha paciencia y constancia trabajaremos este sentimiento para que vaya quedando asentado formando parte de su personalidad, como una cualidad estable.
Podremos decir que ha quedado consolidado del todo cuando el niño sea capaz de comprender que, aunque no se le complazca en todo lo que hace o dice, lo hacemos por su bien. Antes de conseguir esto, podremos observar como la gratitud irá siempre de la mano de la gratificación positiva. Por eso es importantísimo que continuamente reconozcamos a nuestro hijo lo bien que hace las cosas, haciendo uso frecuente de los refuerzos positivos.
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