TIEMPO DE LLENARNOS DE FE

   Comenzamos hoy los cristianos el tiempo de Cuaresma; tiempo, decía aquí la semana pasada, de purificación, de renovación, de hondo cambio, de conversión. Ésta es la palabra que define la Cuaresma: conversión, vuelta a lo esencial y primero, a lo que es lo verdadero; es decir, vuelta a Dios revelado en el rostro humano de Jesús, su Hijo, y en la paradoja de la Cruz de la obediencia, la libertad, el amor, encuentro con Dios que es Amor.

   Esto es lo esencial, la verdad más sustancial que afecta al hombre en lo más decisivo de su ser. Porque «el hombre, a la larga, no se aguanta a sí mismo si no está redimido para la libertad abierta a Dios. Sólo cuando el hombre sabe que es infinitamente más que una mera evidencia inmediata, que es el hombre del Dios infinito de libertad, amor y bienaventuranza sin límite, sólo entonces puede aguantarse a la larga. Si no, se va asfixiando lentamente en su propia finitud y toda la retórica sobre la dignidad humana y la misión del hombre sonará cada vez más falaz» (K. Rahner).

   Resulta difícil que un hombre encuentre así a Dios, como lo vemos y se nos ha dado en Jesús –verdad, amor, libertad, bienaventuranza sin límite ni ribera–, y no cambie. La Iglesia, y en ella y con ella los cristianos, siempre hemos de ocuparnos de Dios por encima de todo, pero en este tiempo de Cuaresma ese ocuparse ante todo y sobre todo de Dios debería destacarse muy intensamente, incluso visiblemente. La forma de que esto aparezca visible en este tiempo cuaresmal es, sin duda, intensificando la oración y la caridad.

   Por eso dice el Papa Benedicto XVI, en su bello mensaje cuaresmal para este año, que «la Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, éste es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en la espera de vivir la alegría pascual».

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