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LA CULTURA CATÓLICA EMPIEZA EN CASA



La cultura católica empieza en casa


En el Año de la Fe, muchos se preguntan cómo lograr que el mensaje cristiano se haga cultura. Si el cristianismo está llamado a impregnar al hombre de hoy, parece razonable ampliar el concepto de cultura católica a la propuesta de unos hábitos sociales valiosos. La directora de Catholic Voices USA y un teólogo estadounidense ofrecen algunas ideas para renovar primero el día a día de los católicos y después los estilos de vida de quienes tienen alrededor.
   Kim Daniels es una de las autoras que lanzó la iniciativa “Women Speak for Themselves”, una carta abierta dirigida a Obama con motivo de la polémica sobre la obligación de financiar los anticonceptivos en el seguro sanitario. Frente a la estratagema de presentar el mandato anticonceptivo como una exigencia de la “salud de las mujeres”, más de 33.000 firmantes recordaron al presidente que ellas hablaban por sí mismas y que no necesitaban a alguien que promoviera el aborto o la anticoncepción “en nombre de las mujeres” 
   Para Daniels, directora de Catholic Voices USA, los católicos contribuyen con su fe a renovar el proceso democrático. Pero su aportación no puede limitarse a intervenir en los debates controvertidos. “La política es importante, pero la cultura es fundamental”, escribe en Our Sunday Visitor. Entiende por cultura tanto los productos de la cultura de masas y de la alta cultura (arte, literatura, música…) como el conjunto de “hábitos compartidos, formas de pensar y de sentir enraizados en un mismo sitio”. Así entendida, la cultura se manifiesta y da forma a la vida cotidiana.

Empezar por las raíces   El cristiano no se encierra en un gueto, ni da la espalda al mundo. Es más: ni siquiera concibe “un mundo” ajeno a lo que ocurre en su vida cotidiana. Ahora bien: la tarea diaria de enriquecer la esfera pública es un movimiento de abajo a arriba: comienza en las raíces –la familia, los amigos, la parroquia– y de ahí se extiende más allá del círculo de los próximos.
   “Aunque sea de manera imperfecta, empezamos a construir una cultura católica vibrante cuando orientamos nuestras familias a Dios”. Es en la familia –dice Daniels– donde los niños aprenden las virtudes que hacen la vida en sociedad más amable: el perdón, la paciencia, la caridad, el orden, el aprecio por la belleza… Y es en la familia donde los niños empiezan a entender qué aspecto tiene la bondad.
   La amistad es otro elemento central para fortalecer la cultura católica de un país. “Construir una cultura tiene que ver con construir comunidades. Y las comunidades se forman con amigos. (…) El deber cristiano de la hospitalidad puede significar muchas cosas, pero desde luego significa conocer a los demás, invitarles a nuestros hogares, compartir comidas con ellos y estar juntos (…). Como dice Hilaire Belloc, ‘allí donde brilla el sol católico / siempre hay alegría y buen vino tinto’”.
   El tercer elemento que destaca Daniels es “un compromiso mayor, siempre que sea posible, de los católicos con sus parroquias”. Se trata de construir comunidades “en las que unos se preocupan por otros. Sin demasiado esfuerzo, en ellas los fieles saben que alguien se ha puesto enfermo en una familia; que un hijo lo está pasando mal; o que acaba de nacer un bebé”.
   De este catolicismo vivido en las familias, entre los amigos y en las parroquias –concluye Daniels– saldrá el impulso para difundir la Buena Noticia a aquellos que están más allá del círculo inmediato de conocidos, incluidos los más necesitados de la sociedad.



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