A LA CALLE POR NAVIDAD!!!!!


   Uno pasea por la calle en Navidad y ve la ciudad de otra manera. Hay algo curioso en estas fechas que no tienen otras: el detalle. Esas luces, los adornos, el color rojo y esos pequeños puestos que, cómo setas, brotan cuando llega el frío. Los hay de todas clases pero sólo unos se repiten cada año. Los tenderetes de árboles de Navidad y de castañas. ¿Quién no vuelve la cabeza cuando le llega el olor a castaña asada? ¿Cómo apartar la vista de un abeto majestuoso?






El caso es que detrás de esos puestos hay personas que tienen que hacer malabares para llegar a las Navidades siguientes. Es un duro ejercicio de equilibrismo económico peor que el de los profesionales del circo. Y, de uno o una hablamos hoy. Florbela Almeida era una trapecista reconocida, hija y nieta de familia circense. Un día, en uno en el que le contrataron en Canarias, conoció al que hoy es su marido. A los 35 años tuvo que abandonar esa vida por culpa de una enfermedad ocular de su pareja. Su suegra, que era castañera en Madrid, le enseñó el negocio y ya son 20 años tras el fogón.
No hay día que no se acuerde de los aplausos, del sentimiento que tenía cuando salía al escenario. Tampoco se olvida de la vergüenza que pasaba al ponerse por primera vez como 'castañera'. Ahora, "el frío, estar aquí todo el día, me da igual", comenta algo resignada. En enero se termina el permiso que tiene para su puesto de la calle Orense (en Madrid). El resto del año intentará ayudar y visitar a su familia en el circo. De hecho, el de su hermano, el Twister, está actuando en estos momentos en el barrio de Hortaleza.

Florbela, la castañera trapecista
En 'otro trapecio' está Rosa Martín.Flores, ropa, bisutería, frutas y árboles de Navidad, sobretodo árboles. Rosa va enlazando trabajos como quien se enlaza los cordones pasando por todas las estaciones hasta llegar, en las Navidades, a ese puesto que puso su abuelo de manera ilegal en la calle Pío XII de Madrid y que hoy regenta ella, ahora legalmente, desde hace 30 años. Con ocho veía casi cada día a su abuelo luchar porque no le quitaran los árboles y le tocaba a ella sola esperar junto a ellos con un policía mientras su padre iba a pagar las 500 pesetas de multa para sacarle del calabozo.
Eran otros tiempos. Aquellos en los que la gente compraba abetos reales y no de plástico. Donde siempre había suelto para compartir unas castañas con el nieto. "Antes vivíamos toda la familia ahora...", comenta Rosa poco después de vender un abeto a una chica jovencita. La crisis, la maldita crisis, sigue golpeando en los bolsillos de todo el mundo. Hasta en el de los nostálgicos. Por eso Florbela vuelve cada Navidad a 'un trapecio' que comparte con Rosa. Ese de los equilibristas económicos que decíamos arriba. Uno cuyos cables están cada vez más gastados y lo peor... lo peor es que debajo no hay red.


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