UN VIAJE ESPERADO Y CON MUCHAS CONSECUENCIAS


La visita del  Papa Francisco marca en la Isla caribeña un paso más en la normalización de los nexos entre Iglesia y Estado, unos vínculos sobremanera tensos décadas atrás, cuando La Habana tenía en el bloque comunista europeo su principal sostén económico y en Moscú su mayor aliado ideológico.

El exilio interno en que vivió la comunidad católica cubana, sin acceso a los medios de comunicación y sin posibilidad de continuar su labor educativa, dejó huella en la Iglesia, pero no solo en ella: el “destierro de Dios” de la escuela, la forzada ausencia de cualquier manifestación o símbolo religioso en los centros laborales y educativos, y la ciega fidelidad al jefe del Estado, paradójicamente dotado de una versión terrenal del don de la infalibilidad, se tradujo en el alejamiento de muchísimos fieles (2), en una pérdida de valores morales y en un desfiguramiento de la familia como centro de estos.
Los tristes frutos se cosechan hoy: son un materialismo rampante, una ausencia de compromiso con el bien común, y una agresiva falta de civismo sobre la que el propio Raúl Castro ha llamado la atención. “Por todas partes –abunda Mons. Pino– encontramos miserias morales, espirituales, sociales, intelectuales, psíquicas, materiales… y encontramos también gente que se insensibiliza ante el dolor humano. Muchos se quejan de la dureza con que los tratan los demás. Aumenta entre nosotros un lenguaje sin misericordia. La violencia está a flor de piel. Hay agresividad en las familias, centros de trabajo, comunidades, etc”.

Nueva sintonía

En este contexto de destrozo moral es que la Iglesia intenta poco a poco recuperar espacios, no por su propio bien, sino por el bien de todos los cubanos, católicos o no. “Maestra en humanidad”, sabe que el pueblo está urgido de aprender la cultura del diálogo, algo necesario tras décadas de escuchar que el adversario político no era más que un “vil gusano al servicio de Miami”, al tiempo que, para no pocos en Miami, los cubanos de la Isla eran casi todos unos “comunistas irredentos”.

En esta labor de reco. El 1 de septiembre, por ejemplo, en un hecho inédito desde 1959, el Cardenal Jaime Ortega fue entrevistado durante una hora en la TV cubana, en horario estelar, y días después, el diario Granma anunció que 3.522 reclusos serán indultados en ocasión de la visita del Papa, muchísimos más que los 200 que lo fueron durante la estancia de Juan Pablo II en 1998;>.
“Ahora hay una sintonía entre el gobierno cubano, el cardenal y el Papa –me explica un periodista extranjero que radica hace 25 años en la Isla–. Y todos van a tratar de aprovechar el asunto para sus diferentes proyectos. Es la misma negociación, pero con más confianza entre los participantes”.
Para algunos, sin embargo, no es el tipo de implicación que quisieran por parte de la Iglesia. Les gustarían pronunciamientos políticos más directos y contundentes del clero contra el gobierno, y mediante acciones más mediáticas, como los intentos de atrincherarse en templos católicos, pretenden forzar a la institución a posicionarse. Obvian, sin embargo, que ha sido la silenciosa mediación eclesial la que ha logrado en varias ocasiones la liberación de opositores políticos y obtenido la tolerancia gubernamental hacia ciertas manifestaciones y grupos contrarios.

Ante el relativismo, la necesidad de despertar

Para incidir con mayor efectividad, no obstante, la Iglesia debe “desclericarizarse”: ser quizás más activa en la formación del laicado; del laicado general, no de la pequeña corte que dirige ciertas estructuras eclesiales y que se preocupa más por “hallar gracia” a los ojos de la jerarquía que de conducir sus actos en modos testimonialmente cristianos.
Y debe, además, afinar la puntería, para que los escasos recursos con que cuentan sus publicaciones no se derrochen en divulgar futilidades y planteamientos extraños al Magisterio. Tras cinco décadas y más de asentir a “verdades” que demostraron ser aire, quienes llegan a los templos necesitan, para quedarse, algo más que los vistosos ornamentos de la arquitectura católica, o correrán el riesgo, pasado el entusiasmo por la visita de Francisco, de volverse por donde mismo vinieron y de dejar en stand-by el “retorno de Dios”.
Hoy, más que una ideología política concreta, el peligro es el relativismo que zarandea a Occidente y que se introduce en Cuba de modo más o menos sutil. Las corrientes que pugnan por tergiversar realidades como la familia, ven a la Iglesia cubana como el último valladar a derribar para imponer sus nuevas definiciones y “derechos” a una mayoría que no ha pedido modificación alguna de la institución familiar.
El materialismo, el relativismo y la acusada pérdida de valores son, en fin, algunas de las llagas que encontrará Francisco en tierra cubana, y no dejará de poner el dedo sobre ellas. Pero también hallará un pueblo que le acogerá con cariño y que prestará atención a las palabras de quien, con su oración y con su acción, le ha prestado un gran servicio.
Todo ésto  ha  sido  una  labor  de  acercamiento  de  muchos  años.....  que  con  la  constancia  y  la  ayuda  de  tantas  oraciones..... se  consigue.

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