PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE LAS LETRAS


Leonardo Padura, que el próximo 23 de octubre recogerá en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, ha llegado a la hora acordada a nuestra cita en el habanero barrio del Vedado. 

 A propósito del Princesa de Asturias, quiero preguntarle cómo es su relación con España…
— Curiosamente mi primer viaje a España tenía por destino Asturias. Fui como crítico de literatura policial a la I Semana Negra de Gijón, en 1988, y aún no había escrito ninguna de mis novelas policíacas.
Ahí comenzó mi relación con España de manera directa, en un viaje que definió muchas cosas en mi vida. Salí de Cuba con 60 dólares en el bolsillo, y todavía no sé cómo pude vivir 21 días en España: estuve en Asturias, en Galicia, en Segovia, en Toledo, en Madrid… Regresé con una maleta llena de libros de segunda mano que compré a 40, 50 pesetas, y que fueron muy importantes para mí.


Pero antes hubo algo muy importante. En mi época de estudiante, cuando llegué a décimo grado, se impartió por primera vez un curso de Literatura propiamente dicha, pues hasta ese momento se impartía Lengua y Literatura. Era un programa dedicado a la literatura española, desde Mío Cidhasta la Generación del 27, y fue esta literatura la que me ayudó a crearme una organización del desarrollo de la cultura occidental desde sus orígenes.
Después he tenido una relación muy intensa con España. No sé ya las veces que he ido. Llevé la cuenta hasta 1994, 1995, y ya después la perdí Allá obtuve en 1995 el Premio Café Gijón, que fue crucial para mí en aquel momento: yo había dejado mi trabajo en Cuba, no tenía un centavo, y de pronto gané el premio, de dos millones de pesetas (16.000 dólares). Te podrás imaginar lo que aquello significó para mí, en la Cuba de 1996.
La editorial Tusquets se interesó entonces por mis libros, y comencé a trabajar con ellos, con TVE, con otros productores españoles, en una relación que tuvo su punto culminante cuando el Consejo de Ministros de España me concedió en 2011 la ciudadanía “por carta de naturaleza”, por mi relación cultural con España y por mis méritos artísticos. Siempre digo que soy un escritor cubano que tiene pasaporte español, porque culturalmente sigo siendo cubano. A estas alturas no puedo ser otra cosa que cubano, pero tengo esa deuda de gratitud con España.
Ahora está este premio, que es como el Nobel español. El Cervantes es para escritores de la lengua, pero este lo han ganado Paul Auster, Philip Roth, y una lista impresionante. Es la mayor recompensa que podía recibir de la cultura española, y reafirma esa relación entrañable que descubrí en 1988, cuando me dije: “Si no viviera en Cuba, viviría en España”.


— Pues hay algún tipo de complejo de excolonia en ciertas voces, que entienden que hay que arremeter contra España por el imperio que fue…
— No. Yo soy hispanoamericano. Y la cultura occidental a la que pertenezco me llega por España, que es un país modélico en cuando al concepto de lo occidental, pues si bien en algún momento expulsó a los judíos y a los moros, fue también un país que se formó con la herencia árabe y judía, partes indisolubles de la cultura española. Ahí están Andalucía, Córdoba, Toledo, la huella sefardí…
Además, soy un defensor de la lengua española como elemento de cohesión de la nacionalidad cubana, al punto de que tengo un conflicto académico con algunas especialistas de literatura cubana sobre cómo ubicar a un escritor como Oscar Hijuelos (3): ¿Es cubano? ¿Cubanoamericano? ¿Norteamericano? Pienso que la cultura cubana se expresa en lengua española, y no puedo entenderla de otra manera. Soy un defensor a ultranza de la cultura occidental e iberoamericana a la que pertenezco.
— ¿Cómo se recibió en Cuba la noticia del premio? En las redes sociales, muchos compatriotas mostraron gran alegría…
— En la calle, la gente que se enteró tuvo esa misma reacción. Estuve tres días pegado al teléfono respondiendo entrevistas, recibiendo a periodistas en casa. Recibí llamadas desde todo el mundo, de muchas personas contentas con el premio. En las instituciones y los medios cubanos, en cambio, la reacción fue muy diferente. Salió una pequeña nota en el periódico Granma (p.6), de la que se podían contar las palabras. Y hubo una mención en uno de los noticieros de TV, un poquito más en el noticiero cultural, y nada más. Como si no fuera importante para la cultura nacional que un escritor cubano fuera el ganador. Es una actitud muy poco lógica. Lo normal sería entender este reconocimiento como una gratificación no solo a un escritor, sino a la cultura a la que este pertenece y de la que no ha querido aislarse ni separarse en cuanto a su trabajo ni a su pertenencia.

El trabajo de escribir

— ¿Cuál es su rutina creativa? ¿Cómo escribe Padura?
— Cuando estoy en Cuba trabajo diariamente, de lunes a domingo. Me levanto temprano y trabajo cinco o seis horas por la mañana. Por la tarde, trato de leer un poco, los días que puedo, porque me gusta hacer algo físico, no solamente mis ejercicios para la espalda y para los años, sino cosas propias de la casa: pintar, arreglar el jardín, en fin escribo todos los días, la novela me gusta hacer un trabajo diferente, y el cine me viene muy bien”
Escribo : en unas ocasiones, periodismo; en otras, ensayo, o guiones para cine. O novela. Procuro, en cuanto empiezo a escribir una, dedicarle el mayor tiempo posible. No me gusta, eso sí, escribir una novela detrás de otra, porque cada libro debe tener su espacio, respirar, y uno debe tomar cierta distancia. Cuando llevo tres, cuatro años metido en el mundo que he creado para la novela, necesito un tiempo para salir de él; si no, tengo la sensación de que sigo escribiendo la misma narración.
Así, entre una y otra, me gusta hacer un trabajo diferente, y el cine me viene muy bien. Es el que menos me gusta de los trabajos de escritura narrativa, porque tu independencia es bastante limitada; pero bueno: tengo el periodismo, que es en ese sentido mucho más personal –escribo fundamentalmente crónica–, y el ensayo.
En el trabajo de las novelas, lo que sí trato de hacer es no ponerme metas temporales. Afortunadamente soy un escritor muy privilegiado, porque mis derechos de autor, si bien no son cifras de venta extraordinarias, son suficientes para decir: “Estoy cinco años escribiendo El hombre que amaba los perros, y vivo de mis derechos sin mayores preocupaciones. Eso es muy importante para el escritor: una seguridad económica que le permita poder dedicarle a un libro el tiempo que requiera.

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