VENCIENDO EL MAL CON EL BIEN!!!!!


Parece  que  el  mundo  va  de  mal  en  peor......   las  noticias  que  llegan,  de  todas  partes  son  alarmantes,  todos  estamos  involucrados.... deseamos  parar  este  mal  externo  de  la  guerra,  e interiormente   este  apartamiento  de  Dios que  destruye  el  bien  social...... por  eso  pensaba  que solo  podemos  combatir  el  mal  con  el  bien.






¿Podemos  resistir los feroces ataques contra la lucha  del terrorismo ? ¿Podemos derrotar a las fuerzas que intentan arrastrarnos de vuelta al mundo y alejarnos de Dios? Contestamos a ambas preguntas con un rotundo sí. ¿Por qué estamos tan seguros? Porque así lo indica el apóstol Pablo en su carta a los Romanos: “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien” (Romanos 12:21).

 El mundo y su maldad nunca podrán con nosotros si mantenemos la confianza en Dios y la firme determinación de no sucumbir. Además, la expresión “sigue venciendo el mal” nos muestra que es posible derrotar el mal siempre y cuando perseveremos en la lucha espiritual. Únicamente fracasaremos si bajamos la guardia y cesamos de combatir contra este mundo perverso y su maligno gobernante, Satanás (1 Juan 5:19).

Trabajando juntos para construir una sociedad cada vez más justa, libre y segura para las generaciones venideras,  es  la  forma  de  enfrentarnos  al  mal..... no  caer  en  el  pesimismo,  desesperación,  la  falta  de  confianza,  esa  unidad    del  bien,  en  nuestra  oración,  en  nuestros actos  de  pedir  perdón  por  los  pecados  de  los  demás,  de  proclamar  la  Verdad  con  nuestras  vidas,  (  no  somos  personas  aisladas  en  este  mundo)  todos  formamos  una  unidad,  ...de  que  tu  y  yo  nos  portemos  bien,  depende  que  haya  un  bien  común  universal.

Todos sabemos, que  en nuestra mente nacen los sentimientos de ira, contienda, avaricia, venganza, envidia, y temor. En nuestra mente nacen los sentimientos de culpabilidad, lastima propia, y duda. La batalla entre el bien y el mal es peleada en nuestra mente, y si nos descuidamos,  si no aprendemos a reconocer los ataques del enemigo, entonces se nos hará muy difícil conducir una vida victoriosa, y a consecuencia seremos derrotados fácilmente. Así que ahora la pregunta que debemos hacernos es: ¿cómo podemos vencer? La respuesta es fácil; podemos vencer cuando permitimos que nuestro espíritu sea alimentado por el Espíritu Santo. Podemos vencer, cuando nos alimentamos con la Palabra de Dios.

…El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas…” Dile a la persona que tienes a tu lado: purifica tu corazón.


" La humanidad ha tenido desde sus orígenes (S.Juan Pablo II)  la trágica experiencia del mal y ha tratado de descubrir sus raíces y explicar sus causas. El mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo por mecanismos deterministas e impersonales.      El mal pasa por la libertad humana. Precisamente esta facultad, que distingue al hombre de los otros seres vivientes de la tierra, está siempre en el centro del drama del mal y lo acompaña. 

El mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo eligen. La Sagrada Escritura enseña que en los comienzos de la historia, Adán y Eva se rebelaron contra Dios y Caín mató a su hermano Abel (cf. Gn 3-4). Fueron las primeras decisiones equivocadas, a las que siguieron otras innumerables a lo largo de los siglos. Cada una de ellas conlleva una connotación moral esencial, que implica responsabilidades concretas para el sujeto que las toma e incide en las relaciones fundamentales de la persona con Dios, con los demás y con la creación.

Al buscar los aspectos más profundos, se descubre que el mal, en definitiva, es un trágico huir de las exigencias del amor.[1] El bien moral, por el contrario, nace del amor, se manifiesta como amor y se orienta al amor. Esto es muy claro para el cristiano, consciente de que la participación en el único Cuerpo místico de Cristo instaura una relación particular no sólo con el Señor, sino también con los hermanos. La lógica del amor cristiano, que en el Evangelio es como el corazón palpitante del bien moral, llevado a sus últimas consecuencias, llega hasta el amor por los enemigos: « Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber » (Rm 12,20).

Ningún hombre, ninguna mujer de buena voluntad puede eximirse del esfuerzo en la lucha para vencer al mal con el bien. Es una lucha que se combate eficazmente sólo con las armas del amor. Cuando el bien vence al mal, reina el amor y donde reina el amor reina la paz. Es la enseñanza del Evangelio  (S.Juan Pablo II  1.1.2005)"

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