SOMOS ESPONJAS.......


 Nacemos con el "disco duro" prácticamente vacío, pero si observamos a un niño de unos pocos meses podremos observar que éste trata de coger y tocar todo lo que está a su alcance, y que nada más que puede moverse un poco intenta alcanzar todo tipo de objetos entre los que divisa.

 El niño es, durante esos primeros años, una "esponja" que está constantemente aprendiendo de lo que observa y experimenta, y sobre todo, de las interpretaciones que hace de lo que experimenta. Estas interpretaciones,  dependerán de la experiencia, de su propio temperamento, y también de cómo haya sido guiado en la experiencia por los adultos. Y no olvidemos que la comprensión de un niño de nuestro complejo mundo es muy limitada, simplificándolo todo obligatoriamente y poniéndose a él y a sus padres como centro de toda la existencia.






Es en estas tempranas edades (desde el nacimiento hasta los siete años principalmente) que todos nosotros vamos acumulando un aprendizaje que conformará finalmente nuestra personalidad, la cual a su vez determinará como interpretamos lo que nos pasa y por tanto, nuestra forma de actuar ante ello. Estos aprendizajes se pueden clasificar en varios niveles, y según donde se sitúen, tanto más pueden influir en nuestras vidas.

Así, podemos aprender simples reglas de convivencia o saber estar; también podemos acumular aprendizajes sobre cómo funcionan determinados mecanismos (una puerta se abre con una manilla, pero un ascensor se llama apretando un botón, por ejemplo).

 Podemos también aprender habilidades un poco más complejas, como conducir un coche, lo que conlleva una práctica prolongada, o usar un ordenador en todas sus capacidades y otras muchas. Pero a partir de ahí nos podemos encontrar con aprendizajes mucho más determinantes en nuestra vida ¿Y a qué aprendizajes me refiero? Pues creencias sobre cómo funciona el mundo y las personas, por ejemplo.

En efecto, creencias inconscientes sobre si el mundo es peligroso o no, sobre si se debe o no confiar en las personas, sobre lo que está bien o mal o sobre lo que debemos hacer o no para ser queridos. Todas estas creencias marcarán fuertemente nuestra personalidad y nuestros comportamientos, pero de entre ellas, destacan las creencias que versan sobre lo que es importante para nosotros (a un nivel inconsciente, las maneras de comportarse que nos aseguran ser queridos y sobrevivir), es decir, los valores.
 Los valores, a su vez, influirán de forma determinante sobre la formación de nuevas creencias a cerca de la realidad.

En la cúspide de la pirámide, están las creencias sobre el sentido de nuestra existencia. El hecho de pensar que estamos “aquí” para ejecutar algún tipo de misión o de ofrecer algún servicio valioso a los demás,   determinará prácticamente toda nuestra vida influyendo poderosamente en todos los demás niveles.

 No todo el mundo conecta con este nivel, pero es muy fácil reconocer a aquellos que sí están conectados con él, ya que suelen mostrar una enorme energía en sus proyectos e incluso pueden realizar poderosos sacrificios personales en pos de cumplir la misión que tienen encomendada. Son un ejemplo de esto todas aquellas personas anónimas que real y verdaderamente  disfruten y se motiven con un trabajo de servicio a los demás, así como también  podríamos citar algunos ejemplos más famosos como el de Nelson Mandela, Gandhi, o la Madre Teresa de Calcuta.

 También os diré que es fácil conectar con este nivel cuando uno encuentra algo que se le dé bien, que le guste y que de alguna forma produzca un beneficio importante para los demás. Cuando uno encuentra en los demás ese agradecimiento por realizar lo que le apasiona y para lo cual tiene talento, es probable que se conecte con este nivel.





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