SI NO LO VEO....NO LO CREO!!!!!!
Sé que tengo pendiente la 2ª parte de escalar la montaña, que
escribí el viernes pasado, pero es que la figura de Santo Tomas
apóstol, que leímos ayer en el evangelio de la Misa, siempre me hace
pensar y reaccionar.
Los discípulos —comenzando por los más cercanos, los 11 apóstoles— vivieron un proceso de maduración en la fe. Es cierto que lo venían viviendo desde que conocieron a Cristo, pero los días inmediatamente previos y posteriores a la Resurrección del Señor fueron, sin duda, particularmente intensos.
Como los apóstoles, también nosotros vivimos nuestro propio proceso de maduración en la fe. Desde el día de nuestro bautismo, la fe que recibimos como en semilla busca crecer, alimentada, sostenida y fortalecida por la gracia del Señor.
Seguramente hemos tenido muchas subidas y bajadas, tropiezos y levantadas en el camino. Tal vez también en ocasiones le hemos puesto a Jesús alguna condición (como Tomas): «no creeré a no ser que…; si las cosas no son de tal o cual manera, entonces no creeré». El Señor sale hoy una vez más a nuestro encuentro, se pone en medio de nosotros y nos invita a creer en Él, a confiar en Él.
Es difícil en ocasiones, descubrir o creernos lo que nos dicen, el alma no está preparada para creer.....necesitamos tocar, o ver que aquello que nos dicen ha salido adelante, que está en nuestro esfuerzo por encontrarlo...
Ciertamente, nuestros ojos no ven y no podemos tocar (como Tomas) sus heridas y su costado. La fe nos permite ver y tocar allí donde nuestros ojos y nuestras manos fracasan. Creemos y por eso —Él mismo lo dice— somos dichosos. Con la alegría del Resucitado en el corazón confesemos también nosotros: ¡Señor mío y Dios mío!
Es entonces, con nuestra propia experiencia la que nos hace salir de nosotros mismos y vivir la dulce y confortadora alegría de compartir el don recibido.
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