SI NO LO VEO....NO LO CREO!!!!!!


Sé  que  tengo  pendiente  la  2ª  parte  de  escalar  la  montaña,  que 

 escribí  el  viernes  pasado,  pero  es  que  la  figura  de  Santo  Tomas  

apóstol,  que  leímos  ayer  en  el  evangelio  de  la  Misa,  siempre  me  hace  

pensar  y  reaccionar.




Tomas, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban los discípulos de nuevo reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomas. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a ustedes». Luego dijo a Tomas: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomas: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque has visto has creído? Dichosos los que creen sin haber visto».

 Los discípulos —comenzando por los más cercanos, los 11 apóstoles— vivieron un proceso de maduración en la fe. Es cierto que lo venían viviendo desde que conocieron a Cristo, pero los días inmediatamente previos y posteriores a la Resurrección del Señor fueron, sin duda, particularmente intensos.

Como los apóstoles, también nosotros vivimos nuestro propio proceso de maduración en la fe. Desde el día de nuestro bautismo, la fe que recibimos como en semilla busca crecer, alimentada, sostenida y fortalecida por la gracia del Señor.
 Seguramente hemos tenido muchas subidas y bajadas, tropiezos y levantadas en el camino. Tal vez también en ocasiones le hemos puesto a Jesús alguna condición (como Tomas): «no creeré a no ser que…; si las cosas no son de tal o cual manera, entonces no creeré». El Señor sale hoy una vez más a nuestro encuentro, se pone en medio de nosotros y nos invita a creer en Él, a confiar en Él.
Es  difícil  en  ocasiones,  descubrir  o  creernos  lo  que  nos  dicen,  el  alma  no  está  preparada para  creer.....necesitamos  tocar,  o  ver  que  aquello  que  nos  dicen  ha  salido  adelante,  que  está  en   nuestro  esfuerzo  por  encontrarlo... 
Ciertamente, nuestros ojos no ven y no podemos tocar (como Tomas) sus heridas y su costado. La fe nos permite ver y tocar allí donde nuestros ojos y nuestras manos fracasan. Creemos y por eso —Él mismo lo dice— somos dichosos. Con la alegría del Resucitado en el corazón confesemos también nosotros: ¡Señor mío y Dios mío!
Es  entonces,  con  nuestra  propia  experiencia  la  que   nos  hace  salir de nosotros mismos y vivir la dulce y confortadora alegría de compartir el don recibido.

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