EL ERROR DE LUTERO
Lutero vivió en un tiempo convulso, cuando la cultura medieval languidecía y se difundían las novedades del humanismo gracias a la invención de la imprenta. En ese contexto de crisis, empezaba a germinar una nueva época y Lutero, lo quisiera o no, fue un importante catalizador del cambio.
Al cabo de cinco siglos, lo de menos es la leyenda del joven profesor que desafía a la autoridad religiosa clavando en la víspera de Todos los Santos de 1517 un escrito controvertido en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Porque ni la conmoción ni el cisma están ahí: comienzan a fraguarse pocos años antes, con el estudio insistente de San Pablo y el eco angustioso que dejó en la excitable alma del agustino la expresión iustitia Dei.
Si atendemos a lo que reflejan los historiadores, podemos decir que hay muchos Luteros: el demoníaco y el santo; el autoritario y el tolerante; el místico ardiente y el polemista cáustico. En lo que sí coinciden todos los que lo han estudiado, tanto protestantes como católicos, es que tenía una personalidad compleja, una vida interior turbulenta y llena de altibajos.
¿Cómo ven a Lutero los historiadores de hoy? Durante este año se han editado algunas biografías clásicas, que siguen teniendo interés por su rigurosidad; las nuevas, que están al día en cuanto a bibliografía, tienen el inconveniente de primar el legado cultural y de analizar solo la contribución de Lutero al mundo moderno, pero en ocasiones no profundizan en el reto que supuso para la teología católica.
Lo que más llama la atención tanto a biógrafos como a lectores es la pasión y la exuberancia de Lutero, su radicalidad espiritual y su prosaico activismo; su innata capacidad para el lirismo místico y su talento para la procacidad y el menosprecio. Sin solución de continuidad, su repertorio literario incluye sermones sublimes, elevados cantos poéticos y escritos académicos, además de vehementes exhortaciones, libelos blasfemos, e incluso obscenos, y lamentos apocalípticos.
El error de Lutero consistió en no recurrir al rico caudal de la tradición católica para hallar respuestas a sus desvelos de conciencia y orientar sus inquietudes teológicas.