LA FAMILIA


«La familia debe volver a ser protagonista en la educación»


 '¡Juegue con sus hijos!, la nueva obra del psicólogo logroñés Julio Fernández Díez anima a los progenitores del siglo XXI a coger el toro por los cuernos y erigirse en principales educadores de sus hijos, por encima de cualquier instancia, incluso la del colegio. 

Dicen que algunos vienen con un pan debajo del brazo, pero está claro que ninguno trae un manual para educarles.
-Manuales hay muchos y algunos errores en la educación de los hijos son tan viejos como la humanidad y se recogen en la literatura tradicional. Por ejemplo, ahí está el caso de la Bella Durmiente o del príncipe Siddharta. Los dos se asomaron al mundo pese a la sobreprotección de sus padres y el príncipe incluso llegó a fundar el budismo. Luego están los errores más nuevos, los derivados de la psiquiatría moderna y de la tendencia a que sean expertos los que diagnostiquen y traten de resolver todos los problemas en detrimento de las familias.
¿Y que les sucede a las familias del siglo XXI?
-Ha habido un cambio de roles. La familia ha perdido el protagonismo. Habría que preguntarse por qué en Finlandia, Japón, China o Corea, con los mejores resultados en los informes PISA, las familias se consideran y ejercen como principales protagonistas de la educación de sus hijos, por delante de las escuelas.
-Parece que por estos lares no sucede lo mismo.
-La televisión se ha convertido en la niñera de muchos hogares y ha habido muchos mensajes que se han descubierto incorrectos, pero que han calado mucho en el imaginario popular. Por ejemplo, eso de que no hay que reñir a los niños para no traumatizarlos o eso de que no hay que frustrar a los niños para que mantengan intacta su autoestima.
-¿Cuáles serían los cuatro principales errores que no habría que cometer nunca en la educación de nuestros hijos?
-En mi libro hablo de veinticinco. Pero si tuviera que elegir cuatro... El primero sería no sobreprotegerlos. No hay que hurtarles los peligros, sino adaptárselos a su nivel. No hay que esconderles la realidad del mundo porque tarde o temprano se la van a encontrar. En segundo lugar, la familia no puede delegar en otros, debe creerse el verdadero protagonista de la educación, por delante de la escuela y de los especialistas. También es importante no crear a los niños falsas expectativas. Hay que poner las cosas en su justa medida y que los hijos tengan una visión adecuada y no excesiva de sus expectativas. De lo contrario, cuando la realidad los va poniendo en su sitio, se encuentran con situaciones difíciles de digerir. Por no lesionar su autoestima, al final ésta se puede ver más afectada.
¿Y el cuarto?
-Hay que ser coherente con los premios y los castigos. Ser sensato. En el libro hay cinco capítulos dedicados a este tema. No puede haber castigos desmesurados ni ofrecer premios que no vayan en consonancia con su comportamiento y su rendimiento.
-¿Se pueden dar cachetes?
-Hay una diferencia muy grande entre un cachete y el maltrato. El cachete no es el mejor modo de educar, pero hay ocasiones en las que no queda otro remedio.
-¿Cómo están influyendo las nuevas tecnologías en la educación de los actuales alumnos?
-Todavía está por ver, pero ya se apuntan algunas direcciones. El uso de las nuevas tecnologías debe estar controlado y supervisado por los padres. Yo, por ejemplo, me llevo el router del ordenador y los teléfonos móviles para que mis hijos estudien. Así me aseguro de que no están conectados a internet cuando tienen que estudiar. Existen estudios que ya hablan de que una sobreexposición a las nuevas tecnologías puede generar pérdida de concentración el estudio, exceso de estimulación y posterior déficit de atención, así como una forma de negación de las relaciones sociales tradicionales.

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