ADVIENTO Y LA VIRGEN




    La Virgen María, hay muchos católicos en todos los tiempos, que el Espíritu Santo ha conducido por el camino oscuro del silencio. Son los santos del silencio. Aquellos que no han hecho milagros, ni han organizado grandes cosas. Los que dan un testimonio de Cristo todos los días desde la monotonía -aparente- de sus vidas. Los que cumplen la voluntad de Dios en todos y cada uno de los momentos triviales de su vida. Ahí encontramos a los que abren y cierran las mismas puertas, los que andan las mismas calles, los que trabajan en las mismas oficinas y los que usan las mismas herramientas; las que quitan el polvo diariamente de las mismas cosas, entran y salen de la misma cocina y se sientan con la aguja en la mano junto a la misma ventana. Son, en resumen, los que han recibido el don maravilloso de hacer todo lo que hacen diariamente, sirviendo a Dios y amando a Dios.
                                         Lo mismo que la Santa Virgen.


   Forman la reserva del Cristianismo. Son los católicos del silencio: el técnico del taller y la monjita de clausura, la madre de familia y la enfermera del hospital. El mundo apenas sabe nada de su vida, como nosotros apenas sabemos nada de la vida de la Virgen María. Pero Dios lo sabe. Lo sabe el Espíritu Santo que los ha colocado en la zona sublime del silencio fecundo, para conseguir las gracias de Dios sobre todos los que hablamos muchas palabras y garabateamos muchas letras, casi siempre exageradamente.

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