UN VASO DE AGUA MEDIO LLENO


Una de las obras más controvertidas de la última edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCO es un “vaso de agua medio lleno”; sí, un vaso de cristal con agua hasta su mitad, un vaso normal, de los que tenemos en nuestras cocinas y utilizamos cotidianamente.


 El autor de la pieza, que luce en el stand de la galería Nogueras Blanchard, es el artista cubano Wilfredo Prieto, quien ha valorado su obra en nada más y nada menos que 20.000 euros.
Wilfredo Prieto utiliza en sus producciones materiales y objetos cotidianos, algo que le ha supuesto numerosas críticas que han cuestionado su calidad artística. De hecho, el propietario de la galería ha reconocido que la obra en sí no tiene ningún valor sin el certificado del autor. “Si lo roban, pongo otro”, dice el propio artista.

Más allá de las valoraciones artísticas, que a nosotros no nos corresponde hacer, la obra del creador cubano nos invita a una reflexión educativa, pues no en vano, la educación consiste en convertir en obra de arte lo cotidiano. Eso mismo, ser arte, es lo que pretende el “vaso de agua medio lleno” de Wilfredo Prieto; si lo consigue o no es otra cuestión.

La educación de nuestros hijos no es fruto de grandes obras de arte, de actuaciones extraordinarias, de esfuerzos sobrehumanos una vez cada cierto tiempo; sino de un conjunto infinito de minúsculos actos educativos, tan pequeños y cotidianos que parecen insignificantes, como vasos de agua medio llenos. No obstante acaban teniendo un significado enorme.

Como el agua que gota a gota va horadando la piedra , del mismo modo nuestra persistencia irá modelando el carácter de nuestros hijos. No por su fuerza, sino por su constancia; no por su precio, sino por su valor; no por su grandeza, sino justamente por su pequeñez: una palabra, un gesto, un ejemplo, una mirada, una caricia, un silencio, una sonrisa…

Pero así como las gotas tienen que incidir en el mismo punto para conseguir esculpir la piedra –de lo contrario, simplemente la mojan–,  nuestras acciones educativas deben estar orientadas hacia un mismo objetivo para que logren su fin. Esto sólo se consigue de una forma: planeando la educación de nuestros hijos. Seguramente, exponer un “vaso de agua medio lleno” en una galería está bien planeado. Para tener un plan educativo, los padres debemos hablar mucho sobre los hijos, sobre cómo son, qué pueden conseguir, qué actuaciones concretas debemos realizar, qué podemos o no exigir…; hemos de tomar muchas decisiones, grandes y pequeñas, hemos de establecer objetivos y estrategias.

Tan valiosos son los pequeños detalles que no podemos dejarlos en manos de la improvisación. Debemos planear con detenimiento las decisiones a tomar e ir corrigiendo el rumbo, pero sin dar volantazos y sin cambiar la ruta. Lo peor que podemos hacer es no tener claro a dónde vamos e ir improvisando. De esa manera, resulta imposible convertir lo cotidiano en obra de arte.

Nadie pagaría 20.000 euros por medio vaso de agua, a no ser que estuviera muerto de sed o a no ser que creyera que esos pequeños detalles cotidianos son los que, al fin y al cabo, hacen que nuestra labor educativa culmine con éxito.

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