UNA PELÍCULA BIEN DOCUMENTADA Y PUESTA AL DÍA
Jerusalén. Año 33 después de Cristo. Clavio, un joven y ambicioso tribuno romano, recibe el encargo de certificar la muerte de un recién crucificado, Jesús de Nazaret, y encargarse de su sepultura. El problema vendrá cuando, tres días después, desaparezca el cadáver y sus seguidores comiencen a decir que ha resucitado.
Sobresale también un protagonista cortado a la medida de Charlton Heston, con físico, presencia y carisma. Y destaca, sobre todo, un guion que actualiza la historia bíblica contándola como si de un thriller se tratara. La película está escrita como una historia policiaca, la del descubrimiento de un cadáver, con un punto de vista de cierto escepticismo muy contemporáneo y un final abierto.
La película se apoya de una manera decidida en los Evangelios y lo poco que cuentan del tiempo posterior a la crucifixión de Jesús Nazareno. Esta base evangélica se percibe también en el modo de tratar el mensaje y la vida de los primeros cristianos.
Un mensaje que se apoya decididamente en el seguimiento de una persona (Jesucristo), la caridad y el carácter individual y libre de la adhesión al nuevo credo. El resultado de esta caridad y esta libertad es un modo de vivir bastante alegre y despreocupado, que la película refleja con acierto (y que la aleja definitivamente no solo de las películas religiosas nórdicas –luteranas, casi todas–, sino también de un producto tan ortodoxamente católico como La Pasión de Cristo).
Capítulo aparte merece Joseph Fiennes, quien presta a su personaje no solamente un físico poderoso y atractivo, sino unos registros interpretativos tan sobrios como sobresalientes. Es tal la presencia de Fiennes, que hace que los actores de Resucitado jueguen en dos ligas: la de Fiennes y la de los demás, que son, quizás, el aspecto más flojo de la película.
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