TONDELLI

   Nació en la ciudad italiana de Correggio en 1955 y vivió su adolescencia en el ambiente del asociacionismo católico. A pesar de su alejamiento del «catolicismo oficial» en su juventud, la sensibilidad por el hecho religioso le acompañó durante toda su vida. La religión se convirtió así en un motivo recurrente en su obra, que emergía siempre entre líneas, como un «leitmotiv», entre la soledad, el abandono y el vacío existencial de sus personajes.

 Según Antonio Spadaro, el jesuita que ha estudiado con mayor profundidad la obra de Tondelli, sus propias lecturas de literatura mística y otros libros religiosos influyeron en toda su producción : así, Leo, el protagonista de «Habitaciones separadas» «busca en la librería, automáticamente, la Biblia». Después están los libros de la gran corriente mística judía, la imitación de Cristo, los místicos medievales, Santa Teresa de Lisieux: «Me fascina poder hojearlos, buscar, leer historias, la idea de la santidad. Es, de algún modo, como una manera de permanecer, aunque siempre unidos al sentido de una búsqueda tan larga como la propia vida», reconocía Tondelli.

   «Creo que todo aquel que ha crecido en el seno de una religión tiene una religiosidad propia. Yo siempre he buscado no tanto hacer un discurso sobre la fe católica, sino expresar lo que es mi religiosidad -sin duda en el seno del cristianismo- que busca o que pone en tela de juicio sus propias posiciones, sobre todo en la confrontación con otros autores...».
   Una clave del concepto de lo sagrado en Tondelli está, precisamente, ligada a su experiencia de la sexualidad. Sus personajes reflexionan sobre su propia «corporeidad», nunca entendida como simple erotismo.

   El itinerario de Tondelli ha sido definido como «el sufrido camino de un escritor hacia la redención», un recorrido plagado de cartas, citas y reflexiones como éstas: «Creo que quien ama a la vida no es el libertino, sino el monje, porque este último busca el absoluto».

   Pocos días antes de morir, Tondelli leía la Carta de San Pablo a los Corintios. El texto está lleno de anotaciones, pero quizá la más luminosa es la que escribió, con mano temblorosa debido a sus problemas de la vista, poco antes de morir: «La literatura no salva, nunca. Sólo salva el Amor, la fe y la recaída de la Gracia».

  Dios como Padre, nos lleva de su mano.

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