LA MIRADA FRESCA DE LOS NIÑOS


Todo   lo  que  voy  escribiendo  en  estos  días  hace  referencia  a  la  Navidad,  y  como  fondo  en  cada  día  me  refiero  a  la  actitud  de  los  niños,  a  esa  sencillez,  ilusión,  alegría,  gestos  que  hacen  que  los  mayores  nos  sonriamos,  pero  nosotros  aunque  sea  interiormente  no  somos  capaces  de  mirar  como  ellos  miran, y sonreírnos  interiormente.





Los niños saben descubrir cosas que los mayores quizá ya no vemos. La abeja que gira y gira para conseguir un poco más de miel entre las margaritas y los tréboles de un jardín. Las  hormigas  que  arrastran  algo  a  su  guarida,  una  flor  pequeña  que  para  ellos  es  enorme....


¿Por qué son curiosos los niños? Quizá tendríamos que hacer otra pregunta: ¿por qué a veces dejamos de ser curiosos los mayores? Los años de escuela, la preparación profesional, el matrimonio, el trabajo, ¿nos copan tanto que ya no tenemos tiempo para mirar las estrellas, para escuchar a los grillos, para observar los colores de las alas de una mariposa, para seguir con la mirada los vuelos caprichosos de una golondrina?

Millones de realidades brillan a nuestro alrededor. Son como llamadas, diminutas o grandes, que nos quieren elevar a mundos desconocidos. No hemos nacido para apretar tuercas, ni para encimar ladrillos, ni para archivar papeles o deshacer y rehacer programas de computadoras. Un soplo misterioso, eterno, nos lleva y nos impulsa hacia cosas grandes, y nos invita a descubrir el mundo de un modo nuevo.

Si son preciosas las amapolas, las luciérnagas, los cangrejos y los petirrojos, tienen una luz especial los ojos de los que viven a nuestro lado. El niño que nos mira a través del cristal del coche para pedirnos un poco de dinero. La señora que compra, rodeada de cuatro hijos pequeños que giran continuamente, un poco de comida para la semana. El anciano que se sienta fuera de su casa todas las tardes para tomar los rayos del sol que agoniza. El policía que mantiene un poco de orden en la esquina cerca de mi casa. Tantas  cosas  que  vemos  habitualmente  y  ya  no  nos  llaman  la  atención, nos  parece  lo  normal,  que  lo  es,   pero  hemos  perdido  esa  sensibilidad....  la vida es bella, que vale la pena sufrir, que el amor es lo más grande.



 Detrás, delante, arriba y abajo, se esconde el Amor que nos sostiene a todos. No todos lo descubren. Quizá haga falta, como dijo Jesús, el Nazareno, hacernos otra vez como los niños...



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